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Deseo, el impulsor de una sabrosa idea

 

Ángel Torres y Yamile Reyes dieron forma a DCO (Deseo), fábrica y comercialización de helados artesanales.

Como la mayoría de los emprendedores, la historia de Ángel y Yamile es la de gente que “se hace a cuesta del trabajo, ella empezó a trabajar en una heladería, yo trabajaba en un bazar y empecé a ayudar a un amigo en la fabricación de helados. Como todo inicio, fue empezando por lavar baldes. Con el tiempo mi amigo hacía las recetas y preparados y yo pasé a realizar el proceso de frío, hasta que después aprendí a hacer el helado en todo su proceso”, dice él.

Su historia se remonta años atrás, donde Ángel, un técnico electromecánico debió decidir por aprender otro oficio. En la fabricación “detecté que todos los días descubrís algo, siempre encontrás algo nuevo con lo que podés probar”. Aquél amigo, Marcelo, “se fue a poner un punto de venta en otra ciudad, y por suerte le fue muy bien. Entonces la fabricación de helados pasó a ser mi responsabilidad, Yamile trabajaba en mostrador hasta que deja el trabajo. En un momento sale ésta heladería como punto de venta, revendíamos el helado de casa central”. Es ella, Yamile, quien aclara que “empezamos solos, después había una chica que tenía una suerte de convenio con la empresa que estaba acá, a quien después tuvimos en cuenta”. Ambos coinciden en la necesidad de generar recursos humanos con capacidades propias, que trabajen de acuerdo a determinada organización, el know how que les es propia.

Es en ese momento, dice Ángel, donde “decidimos comprar este punto, yo trabajaba a la mañana fabricando como empleado, y después tenía que encargarme de lo que era nuestro circo”. La historia es la de emprendedores de la nada, “es nuestra primera inversión como comerciantes”, con sumatoria de ganas, y no más. Por ese entonces no había horarios ni días hábiles, “trabajaba de lunes a sábado en la fábrica, y los siete días aquí. Cuando llega un momento, como persona me di cuenta que tarde o temprano iba a fallarle a mi patrón, estaba trabajando más de 18 horas diarias. Se lo planteo, le hablo de la necesidad de crecer, y terminamos bien”. Eso ocurrió hace seis años atrás, hasta que hace tres años, “luego de pagar deudas, con el deseo de tener algo nuestro, donde valgan nuestras ideas, nuestro trabajo, desprendiéndonos de la marca previa”.

Allí DCO empieza su camino independiente, como una decisión a jugarse por todo. “Sabíamos trabajar, no si iba a funcionar, y sin un peso; si algún día fallaban los cálculos, se nos complicaba la totalidad, pero todo salió bien”, afirma Yamile. Agrega que “seguridad no había ninguna, nos jugamos con gente que nos ayudó. Tuvimos una oportunidad que era la de ese momento, no sabíamos si se iba a volver a presentar”. Completa Ángel, “veíamos que no había más para crecer, nosotros estábamos a una cuadra de casa central”, por lo que el camino que quedaba era uno solo.

La oportunidad a la que se refieren es mágica, de esas que suceden de tanto en tanto. “Una empresa de productos que nos conocía de antes” le ofreció cargar el auto con mercaderías a pagar en el tiempo, “valía más que el mismo auto”, cuenta Ángel, “mi amigo, mi maestro, me prestó las máquinas”, y así comenzó todo. La familia estuvo presente, cada uno trabajando en lo que sabía, y todos aportaron mano de obra.

Según los emprendedores, al lanzamiento solamente había una premisa o exigencia: hacer un helado de calidad desde el primer momento.

Una vez tomada la decisión, definida las particularidades, quedaba precisar el resto del negocio. Es Ángel quien rescata que “conociendo la escuela que teníamos, buscábamos las decisiones en conjunto, persiguiendo calidad. En algún momento me dijeron: ¿por qué no hacés un heladito más barato?. Un helado artesanal no puede competir nunca con uno industrial, además necesitás otra estructura laboral. A nosotros el costo de producción no nos importa, queremos un producto final bueno, intento no matar a la gente, pero sí tener un margen que nos permita vivir”.

Yamile completa las definiciones: “yo quiero vivir de mi trabajo, pero como en todo negocio, no todo queda en el bolsillo, pagamos impuestos, te persiguen todos los días, trabajás para pagarlos. Primero cumplimos con las chicas que trabajan aquí, nosotros y nuestros proveedores, y después están los impuestos”, ordena las prioridades financieras.

Ángel destaca la importancia de Bromatología para su emprendimiento. “Hay gente que se enoja porque llega una inspección; no en nuestro caso, porque cumplen con una función que nosotros no podemos cumplir, porque no tenemos los medios. El mayor enemigo que tenemos con los helados son los bacteriológicos, yo te muestro un balde, y sinceramente no sabés si está en condiciones. Cuando empezás a trabajar con alimentos te enseñan, y te capacitás, buscas la mayor higiene. Yo puedo tener todo limpio, pero cuando te inspeccionan, además de las temperaturas y otros controles, se llevan muestras de helados y los analizan. Eso es lo que nos gusta, porque se fijan cómo están tus productos”, y de esa manera corregir los márgenes permitidos. En DCO existe un protocolo propio de higiene, desde el manejo de rejillas al espacio de producción o de mostrador. “Vos podés, como cliente, ver las mesas súper limpias, pero no te diste cuenta si limpiaste el mostrador con la rejilla con la que limpiaste las mesas de la calle”

Ambos coinciden en que “puntualmente lo que buscamos es el control, porque queremos que la gente disfrute de un helado, si es que les cae mal, es por la cantidad que bebieron. Nosotros ofrecemos muy buena calidad, porque llevan muchas cosas que te pueden afectar y que no tienen nada que ver con un descuido bacteriológico”.

Como síntesis expresan buscar “un helado 100% artesanal, sin demasiada influencia de agentes químicos, no usamos ni esencias ni colores, si es color frutilla es porque tiene frutilla, al igual que las demás frutas. Después se busca el control bacteriológico, una buena elaboración y enfriado para almacenaje y para el punto de venta. Después se busca un buen equipo de trabajo, para eso capacitamos a las chicas, cuidando la imagen del local y del producto final”, dicen con el orgullo de genuinos emprendedores.

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Ciudad de Bolívar - Provincia de Buenos Aires - Argentina - Año 2014

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